
El largometraje, más que un retrato de una persona, es una pregunta amplia sobre el concepto de libertad, sobre la guerra, la vida y la convivencia. La costa pacífica colombiana, desde el límite con Panamá hasta la frontera con Ecuador, ha sido sistemáticamente explotada, abandonada por el Estado y aprovechada por grupos ilegales para comerciar drogas, armas y establecer el imperio del terror.
Guapi es un pueblo alegre situado en las orillas del río con su mismo nombre y a pocos minutos de su desembocadura en el Océano Pacífico. La población ha sufrido los embates de la naturaleza y el abandono de las entidades de gobierno. Pero sus gentes desbordan vida, alegría y calidez. Don Ca y sus ‘adoptados’ son una fuente de inspiración que permite pensar en un país posible. La juventud de esta región tiene pocas opciones de vida digna y un futuro asegurado. Guerrillas, paramilitares, bandas criminales y oscuras fuerzas pescan a sus anchas en este río revuelto.
El destino de Don Ca estaba escrito en negro sobre blanco. En Guapi encontró una razón de ser. El documental intenta darle forma audiovisual a ese enorme reto de vida.