A principios de los años cuarenta, cuando la participación de Estados Unidos en la II Guerra Mundial era inminente, la industria bélica requirió de un material invaluable: el Caucho. Solo en dos lugares del planeta se encontraba esta materia prima, las selvas del sur de Asia (dominadas por los Japoneses) y la Amazonia, donde se explotaban 50.000 toneladas al año.
Pero los requerimientos de la guerra eran de 100.000 toneladas de caucho al mes, utilizadas en la fabricación de llantas, neumáticos, botes, empaques de armamento y demás insumos. En ese momento, Richard Evans Schultes, Etnobotánico de la Universidad de Harvard, fue convocado por el Ministerio de Agricultura Norteamericano para estudiar las variedades de caucho de mayor resistencia, con el fin de reproducirlas en centros de investigación en Colombia y Costa Rica.